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Asier Etxeandia: «No quiero ser famoso, quiero ser fantástico»

Sin título

Había una vez, en algún lugar a miles de kilómetros debajo del mar una joven pulpo llamada Nina. Nina pasaba casi todo el tiempo haciendo creaciones extrañas con rocas y conchas. Era muy feliz.

Pero un lunes, el tiburón apareció. ‘¿Cómo te llamas?’, preguntó el tiburón.’Nina’, contestó ella. ‘¿Quieres ser mi amiga?’, preguntó él. ‘Bueno. ¿Qué tengo que hacer?’, dijo Nina. ‘Casi nada’, dijo el tiburón, ‘déjame comer uno de tus brazos’. Nina nunca había tenido un amigo así que se preguntó si esto es lo que debía hacer para tener uno. Miró sus ocho brazos y decidió que no sería tan malo renunciar a uno. Así que le donó un brazo a su nuevo y maravilloso amigo.

Durante toda esa semana, Nina y el tiburón jugaron juntos. Exploraron cuevas, construyeron castillos de arena y nadaron muy rápido. Y cada noche el tiburón estaba hambriento y Nina le daba un brazo para que comiera.

El domingo, después de jugar todo el día el tiburón le dijo a Nina que tenía mucha hambre. ‘No entiendo’, dijo ella. ‘Te di seis de mis brazos ¿y quieres otro más?’ El tiburón la miró con una sonrisa amistosa y le dijo, ‘No quiero uno. Esta vez los quiero todos’. ‘¿Por qué?’, preguntó Nina. Y el tiburón le respondió: ‘Porque para eso están los amigos’.

Cuando el tiburón terminó su comida se sintió triste y solitario. Extrañaba no tener con quien explorar las cuevas construir castillos de arena y nadar muy rápido. Extrañaba mucho a Nina.

Así que se alejó nadando en busca de otro amigo.