Sin título

De ahí que las ocasiones en que rumiamos un recuerdo una y otra vez estamos más bien creando un monstruo que nada tiene que ver con su punto de partida. Nada de lo que tuvimos regresa. Tenemos a nuestro fantasma, la memoria, que es una máquina de hacer quimeras; bestiarios hermosos o terribles, pero despegados por completo de su manuscrito original. Tal vez así funciona el pasado: cuando se va deja en su lugar a un fantasma y nosotros le conferimos agencia a ese fantasma como si fuera el evento mismo, agencia sobre nuestra realidad y nuestras emociones. Pero al invocar a ese fantasma, al recordar, estamos cambiándolo, creando a otro parecido a él pero distinto, y así hasta que no es más que un pequeño dolor o una pequeña alegría. Una nostalgia. Habría que considerar y elegir qué recuerdos recordar y cuándo.

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Salió a fumar un cigarro de nuevo, arrastrando los pies para dibujar un rumbo en el suelo. Dibujó el miedo. Dibujó la inquietud y dibujó un muro. Dibujó un error al seguir y un error al quedarse. Dibujó la espiral de mil universos paralelos. Dibujó una luz y cien tinieblas. Se dibujó sobre una cama con las sábanas quemadas en un lateral de la autopista, y en posición fetal.

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Tuve que justificarme mil veces porque ella estaba acostumbrada a que la traicionaran y, por defecto, llegué a su cama con el cartel de traidor. Al final me convenció de ser un traidor, como todos. Me traicionó de forma preventiva y me convenció, de forma cautelar, de ser incapaz, inmaduro y pueril. Y lo demostró como se demuestran las conspiraciones que es con mucho drama, palabras grandilocuentes y grandes despedidas. Ahora, convencido de que más tarde o más temprano desgarraré el alma de quien confíe en mi, salgo por las ventanas.