Cada pobreza y cada riqueza
se cuentan en su moneda.
Porque cinco son los dedos
del recién nacido y nunca
hubo cinco tan completo.
Porque diez acaparan las portadas
mientras miles se hacinan
en columnas de sucesos.
Porque no hay lotería ni paga extra
que compre un viaje en el tiempo
al regazo donde fui una.
Cada pobreza y cada riqueza
se cuentan en su moneda.
Porque en la calle sucede la luz
y en las fábricas de madrugada
siempre se tasa barato.
Porque una vez fui rica:
cuando bailó en el bolsillo
la paga de los domingos.
Porque nadie le dice al consejero
que su cartera costó la paciencia
de una vaca y la fortuna del prado.
Cada pobreza y cada riqueza
se cuentan en su moneda.
Porque nada me pide el lirio a cambio
de su milagro violeta ni el perro
reclamará un sueldo por su saludo.
Porque quién sabe nadie a cuánto sale
el quilo de pancarta pisoteada
ni cuánto cotiza la dignidad.
Porque antes de escribir el poema
hay que honrar la memoria de los árboles
y calcular el precio del papel.
Cada pobreza y cada riqueza
se cuentan en su moneda.
Y la poesía no vale tanto
como el valor del hombre que madruga
para ayudar a parar un desahucio.
(vía El verso desobediente tiene su espacio en Internet – El salmón contracorriente)