Kerobia – Zure pangearen hitzaldi kartografikoa

DISERTACIÓN CARTOGRÁFICA DE TU PANGEA

Como decía ella, el mundo empieza en alguna esquina que apenas conocí de Madrid y termina un poco más allá. A través de ese pequeño continente que es la sensibilidad va circulando en círculos, y mirando más arriba del primer piso de los edificios que encierran su pangea. A partir de los límites perimetrales se diluye un mundo más desconocido, lejano para la sutileza de la empatía. Encuentro ese extremo bastante simpático, quizá algo inocente, pero sin duda lleno de verdad. Colmado hasta la penúltima gota. Y es que decía ella, que rompió a llover, quizá una tormenta del mes de agosto, y tomó el camino más largo para llegar a casa. Los edificios le hablaron y ella les habló. Cuando la lluvia penetra por la ropa, y la comienza a empapar, sufre su primera catarsis de la semana. La lluvia le fabrica un jersey que pronto se tornará en vapor que asciende desde la apertura del cuello hasta humedecer los labios. Sudor frío, lluvia caliente. Incluso en el infierno de Madrid de agosto la belleza cae del cielo. Llega a un edificio de alguna calle entre el palacio real y gran vía, sube, 93 escalones que no dan tregua. Abre la puerta de su pequeño piso, saluda al personal, «¡miau!» contesta el único personal. Se apresura a abrir la ventana. Sabe que un aire fresco y nuevo ansía penetrar hasta el último rincón de su cuarto. Madrid emite un zumbido profundo, frases demasiado lentas para entenderlas, notas semicorcheadas y el viento hace de director, dirige a su antojo, sabe que la función no durará mucho, se apresura con rabia a dar lo mejor de sí. No repara en esfuerzos por satisfacer las expectantes caras de las ventanas abiertas y regala un haz de luz cegador a lo lejos, y responde un macabro golpe de ultratumbra que proviene de un poco más arriba del último piso. Nadie aplaude, no se debe interrumpir la obra. Ella mira, y se deja mojar las manos. Está tranquila, hacia tiempo que no sentía el peso de su cuerpo. Apenas parpadea, el aire es húmedo, se nota respirar. Qué guapa estás, me digo y ella se pregunta si queda algo de pan encima del horno. Cierra la ventana y mientras se seca las gotas de la barbilla se pregunta si quedó a las siete o siete y cuarto, se frota las manos y se dirige al salón. No sabe que es brutalmente feliz.

(vía Kerobia – Zure pangearen hitzaldi kartografikoa – YouTube)