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La vida, las circunstancias nos separaron, pero mereció la pena…

Aún recuerdo tu forma de caminar, de mirarme, como nos reíamos juntos por las cosas más tontas… simplemente porque tú y yo éramos felices.

La vida, las circunstancias nos separaron pero mereció la pena… mereció la pena compartir confidencias contigo, abrazos, besos, deseo…

La vida, las circunstancias nos separaron pero mereció la pena…

La vida nos hizo un regalo, conocernos y querernos y no me hace falta más. No quiero ni voy a lamentarme diciendo ¡Qué mala suerte, lo perdí! ¡El Destino me lo quitó! El simple hecho de haber vivido contigo una pequeña parte de mi vida me es suficiente para sentirme afortunado.

La vida, las circunstancias nos separaron pero mereció la pena…

No voy a llorar porque ya no estés, me hiciste feliz. Tú me hiciste volver a creer en el amor, en el respeto, en la complicidad.

Tú me hiciste volver a creer en la perfecta combinación de dos seres imperfectos. Aunque me hubiese gustado seguir caminando de tu lado.

Aunque la vida te arrastró como un fuerte huracán y ya nunca más te vi, no me importa. Tu recuerdo seguirá viviendo en mí para siempre.

Puede que conozca otros amores, yo no me cierro. La vida tiene la habilidad de sorprenderte sin que te des cuenta. También puede que el amor no vuelva a llamar a mi puerta… realmente ¿quién puede saber esto?.

Pero ocurra lo que ocurra, tus dulces besos, tus tiernas palabras y tu forma de calmarme cuando más enfadado estaba, tendrán siempre un lugar en mi corazón.

Puede que conozca otros amores, yo no me escondo. La vida puede sorprenderme.

Pero ocurra lo que ocurra, la forma en que besabas mi frente y la cuenca de mis ojos… como cogías mis manos y las mirabas de esa forma que me hacía sentir tan especial… como me alzabas por los aires, mientras sentíamos que éramos los dueños de la felicidad, tendrán siempre un lugar en mi corazón.”

(vía No pudo ser, pero mereció la pena – LMEM)

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El amor perfecto es imposible, pero el verdadero sí que existe. Es aquel al que se le conoce por lo que ofrece y no por lo que exige. Aquel que le saca una sonrisa al alma, aquel que no somete. En definitiva, un amor de naranjas enteras con su zumo y sin exprimidor.

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Al final te das cuenta que lo pequeño siempre es más importante. Las conversaciones a las tres de la mañana, las sonrisas espontáneas, las fotos desastrosas que te hacen reír a carcajadas, los poemas de diez palabras que te sacan una lágrima. Los libros que nadie más conoce y se vuelven tus favoritos, una flor que te pones en el cabello, un café que te tomas solo… Eso es lo que verdaderamente vale la pena; las cosas diminutas que causan emociones gigantescas.