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No te enamores de una mujer que lee, de una mujer que siente demasiado, de una mujer que escribe… No te enamores de una mujer culta, maga, delirante, loca. No te enamores de una mujer que piensa, que sabe lo que sabe y además sabe volar; una mujer segura de sí misma. No te enamores de una mujer que se ríe o llora haciendo el amor, que sabe convertir en espíritu su carne; y mucho menos de una que ame la poesía (esas son las más peligrosas), o que se quede media hora contemplando una pintura y no sepa vivir sin la música. No te enamores de una mujer a la que le interese la política y que sea rebelde y vertigue un inmenso horror por las injusticias. Una a la que le gusten los juegos de fútbol y de pelota y no le guste para nada ver televisión. Ni de una mujer que es bella sin importar las características de su cara y de su cuerpo. No te enamores de una mujer intensa, lúdica y lúcida e irreverente. No quieras enamorarte de una mujer así. Porque cuando te enamoras de una mujer como esa, se quede ella contigo o no, te ame ella o no, de ella, de una mujer así, JAMÁS se regresa.

Rivera-Garrido, Martha (2014). Fragmento de Los Amantes de Inbox de Papel.

No Te Enamores De Una Mujer Que Lee, Lúcida E Irreverente

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El amor está tan reglamentado como cualquier sustancia que proporcione placer. Aun cuando no dudemos un segundo de que amamos como mejor nos parece, con la libertad de un pájaro o una mariposa, hay un compendio infinito de doctrinas sociales que nos dice qué es el amor y lo que debemos hacer con él, cómo y cuándo. La lista de sugerencias para amar de manera atinada es tan inconmensurable como restrictivo el inventario de sanciones a todo lo que se le opone. La apoteosis del amor –el matrimonio– es, por supuesto, un órgano social sistematizado por el Estado que se moderniza como un farmacéutico benévolo distribuyendo la sustancia adictiva en dosis legales

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Para empezar, “tú solo” sí que puedes cambiar algo, puede que no el mundo, pero sí algunas cosas. Las decisiones individuales que tomamos afectan a nuestro entorno, y cada pequeña acción es un pasito más hacia el cambio. Hay que ser bastante ignorante y corto de miras para pensar que todos los cambios de la humanidad han nacido de miles de personas revolucionándose a la vez. Muchas veces los cambios llegan poco a poco, y nacen, se difunden y se consolidan persona a persona.

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Para sacar provecho de nuestro potencial tenemos que encontrarnos los unos con los otros como sujetos en lugar de tratarnos como objetos. Solo la gente “amorosa” es capaz de tratar a los demás como sujetos. Pero, en la actualidad, nuestra cultura favorece a aquellos que usan y manipulan a los demás para lograr sus propósitos. A menos que este tipo de relaciones interpersonales y culturales desarrolladas a lo largo de la historia se supere, no seremos capaces de resolver ninguno de los problemas a los que nos enfrentamos ahora. La lucha por el poder y la dominación es la verdadera causa de todos nuestros problemas.