Cuando el viento sopla de cara todos querrán acercarse a ti, pero es cuando surgen los problemas cuando te das cuenta de quién está realmente a tu lado. El sexo tiene una metáfora aparentemente banal pero perfectamente valida para explicar esto: mientras que en los prolegómenos lo habitual es que cada uno ayude a desvestirse al otro, una vez hemos terminado cada uno se viste por su cuenta. Es decir, es mucho más difícil encontrar a alguien que te ayude una vez estás jodido.
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El amigo que, en cambio, te respalda es el que te ayuda a coger la cuerda, te alarga la mano y te ofrece su hombro. Sabe que puedes salvarte, que eres capaz de conseguir lo que quieras y que aunque estés pasando un mal momento, tienes sabiduría, experiencia y creatividad suficientes para salir de ahí. Por eso, escucha más de lo que habla, y pregunta más de lo que afirma. Sabe que la respuesta correcta no existe, pero que si hubiera alguna, está dentro de ti. No te dice que hagas esto o lo otro, sino que te anima a que descubras lo que realmente quieres, y respeta tus decisiones aunque él no actuase como tú. Porque, en definitiva, un buen amigo te quiere como eres y con todas las decisiones que tomas.