El problema es que el amor, si se considerase una droga, sería la más adictiva de todas, especialmente el enamoramiento inicial entre dos personas. Por eso, después de la enorme herida que te quedó al terminar aquello, volviste a buscarlo como un vagabundo con síndrome de abstinencia que no se resiste a nada, ni a nadie. El efecto narcotizante de esa sensación eufórica y mágica te invadía hasta el punto de que en todo y en todos volvías a revivir aquella primera aventura amorosa. Pero todo parecía una copia, una simple reminiscencia, como un dejavu de algo que era perfecto pero no pudo ser.