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Cierto día, caminando por la playa reparé en un hombre que se agachaba a cada momento, recogía algo de la arena y lo lanzaba al mar. Hacía lo mismo una y otra vez.

Tan pronto como me aproximé me di cuenta de que lo que el hombre levantaba eran estrellas de mar que las olas depositaban en la arena y una a una las arrojaba de nuevo al mar.

Intrigado, lo interrogué sobre lo que estaba haciendo, a lo que me respondió:
Estoy lanzando estas estrellas marinas nuevamente al océano. Como ves, la marea es baja y estas estrellas han quedado en la orilla si no las arrojo al mar morirán aquí por falta de oxígeno.

Entiendo, le dije, pero debe haber miles de estrellas de mar sobre la playa, no puedes lanzarlas a todas. Son demasiadas. Y quizás no te des cuenta de que esto sucede probablemente en cientos de playas a lo largo de la costa. ¿No estás haciendo algo que no tiene sentido?

El hombre sonrió, se inclinó y tomó una estrella marina y mientras la lanzaba de vuelta al mar me respondió:

¡Para ésta si lo tuvo!

(vía ¿Cuál es el sentido de tu vida? | Coaching y Psicología en Acción)

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“En los remotos e inexplorados confines del arcaico extremo occidental de la Espiral de la Galaxia, brilla un pequeño y despreciable sol amarillento. En su órbita gira un pequeño planeta totalmente insignificante de color azul verdoso, cuyos pobladores, descendientes de los simios, son tan asombrosamente primitivos que aún creen que los relojes digitales son de buen gusto. Este planeta tiene el problema siguiente: la mayoría de sus habitantes eran desdichados durante casi todo el tiempo. Surgieron muchas soluciones, pero la mayor parte se referían principalmente a los movimientos de unos papelitos verdes; cosa extraña, ya que éstos no eran precisamente quienes se sentían desdichados. El problema persistió; muchos eran mezquinos, y la mayoría se sentían desgraciados, incluso los
que poseían relojes digitales. Cada vez eran más los que pensaban que,
en primer lugar, habían cometido un grave error al bajar de los árboles.
Y algunos afirmaban que lo de los árboles había sido una equivocación y
que nadie debía haber salido de los océanos.”

(vía La Tierra |)

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Porque el cielo y el infierno no están después de la muerte, están en el día a día, y si no sabes qué rayos te importa, por qué lo quieres y qué harás con eso en tu vida, no dudes que tendrás esos minutos tan miserables a los que se les llama desdicha. En cambio, si quieres conocer el paraíso, empieza practicando con mantener firme lo que piensas, lo que dices y ocúpate de que así sea como vivas. Vive conscientemente, de ti, y no contradigas con tus acciones aquello que sabes que te importa, porque nadie va a dejar de lado su propio camino para venir a alegrarte la vida.

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A veces, es solo un instante; un momento efímero de a penas unos segundos el que marca un antes y un después. Y a partir de entonces ya nunca nada vuelve a ser igual. Pero ni mejor, ni peor, simplemente diferente. Y por eso, cada día hay que exprimirlo al máximo con sus sinsabores. Aprender a saborear cada lágrima de la misma forma que gustamos una sonrisa. Porque el día y la noche son lo mismo pero con distinta luz. Hay días de sol y días de lluvia; hay noches solitarias pero también las hay acompañadas de luna y estrellas. Porque la tristeza, muchas veces, también ríe.

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El mundo no siempre es como a ti te gustaría, no fue creado para hacerte feliz a ti, no sabemos muy bien porqué fue creado, ni para qué, ni cuándo fue el principio, ni cuándo será el final, estamos en medio de un universo que quizá sea infinito, por eso no nos resulta fácil entendernos, porque es algo complejo. Pero la vida ofrece tantas cosas… tantas oportunidades… a quien sabe verlo. En realidad el mundo entero es como un milagro. Quizás no existan soluciones perfectas para los problemas, quizá nunca sea todo perfecto, pero ¿qué más da que no lo sea? No existen calcetines naturales para nuestros pies. Son artificiales, inventados, como tantos millones de cosas. Y a veces, nos frustra tener tantos millones cosas y darnos cuenta que no necesitamos nada de eso para poder sentirnos bien, tan sólo dar un buen uso al cerebro nuestro que está en la cabeza.

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Si, tú! Deja de ser infeliz sobre quién eres. Eres perfecto/a. Deja de desear parecerte a alguien o que la gente te quiera tanto como a otras personas.

Deja de intentar captar la atención de aquellos que te hieren. Deja de odiar tu cuerpo, tu cara, tu personalidad, tus manías y quiérelos. Sin todas esas cosas tú no serías tú y, quién querrías ser si no?

Cree en ti y ten confianza en quien eres. Sonríe. Atrapará a la gente. Si alguien te odia porque eres feliz como eres, simplemente ignórales, ellos se lo pierden.

Mi felicidad no dependerá de otros nunca más. Soy feliz porque me gusta como soy, me gustan mis defectos y mis imperfecciones, son las que me hacen ser yo. Y yo soy asombroso/a.