El distractor más poderoso no es la charla interpersonal, sino la incesante cháchara intrapersonal que se da en el escenario de nuestra mente. La verdadera concentración exige acallar esa voz interior. Una resta en la que, partiendo de 100, vamos sustrayendo sucesivamente 7 acabará aquietando, si nos concentramos en esa tarea, ese diálogo interno.
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Era un hombre que había sido encarcelado. A través de un ventanuco enrejado que había en su celda gustaba de mirar al exterior. Todos los días se asomaba al ventanuco y cada vez que veía pasar a alguien al otro aldo estallaba en sonoras e irrefrenables carcajadas. El guardián estaba realmente sorprendido. Un día ya no pudo más y le preguntó al preso:
-Oye, hombre, ¿a qué viene esas risotadas día tras día?
Y el preso contestó:
– ¿Cómo que de qué me río?¡ Pero estás ciego! Me río de todos esos que están ahí. ¿No ves que están presos detrás de estas rejas?
(vía Cómo dejar de sufrir | Coaching y Psicología en Acción)
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Cierto día, caminando por la playa reparé en un hombre que se agachaba a cada momento, recogía algo de la arena y lo lanzaba al mar. Hacía lo mismo una y otra vez.
Tan pronto como me aproximé me di cuenta de que lo que el hombre levantaba eran estrellas de mar que las olas depositaban en la arena y una a una las arrojaba de nuevo al mar.
Intrigado, lo interrogué sobre lo que estaba haciendo, a lo que me respondió:
Estoy lanzando estas estrellas marinas nuevamente al océano. Como ves, la marea es baja y estas estrellas han quedado en la orilla si no las arrojo al mar morirán aquí por falta de oxígeno.
Entiendo, le dije, pero debe haber miles de estrellas de mar sobre la playa, no puedes lanzarlas a todas. Son demasiadas. Y quizás no te des cuenta de que esto sucede probablemente en cientos de playas a lo largo de la costa. ¿No estás haciendo algo que no tiene sentido?
El hombre sonrió, se inclinó y tomó una estrella marina y mientras la lanzaba de vuelta al mar me respondió:
¡Para ésta si lo tuvo!
(vía ¿Cuál es el sentido de tu vida? | Coaching y Psicología en Acción)
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El mundo es como un teatro. Puro teatro que dicen algunos. Escribimos nuestros diálogos y actuamos. Utilizamos un diálogo interno con nosotros mismos.
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Un rey recibió como obsequio dos pequeños halcones, y los entregó al maestro de cetrería para que los entrenara.
Pasando unos meses, el maestro le informo al rey que uno de los halcones estaba perfectamente pero que al otro no sabía que le sucedía, ya que no se había movido de la rama donde lo dejó desde el día de su llegada.
Encargó entonces la misión a miembros de la corte, pero nada sucedió. Al día siguiente por la ventana, el monarca pudo observar, que el ave aun continuaba inmóvil.
Entonces decidió comunicar a su pueblo que ofrecería una recompensa a la persona que hiciera volar al halcón. A la mañana siguiente, vio al halcón volando ágilmente por los jardines. El rey le dijo a su corte que llevaran a su presencia al autor del milagro.
Su corte rápidamente le presento a un campesino. El rey le preguntó;
– “¿Tú hiciste volar al halcón? ¿Cómo lo hiciste? ¿Eres mago?”
Intimidado, el campesino le dijo al rey:
– “Fue fácil mi rey… tan sólo corté la rama y el halcón voló… se dio cuenta de que tenía alas y se lanzó a volar.”
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En cierta manera, debemos aprender a no sentir demasiado apego por todo lo que nos rodea, ya que todo en la vida es efímero y tarde o temprano todo termina. Desarrollar la capacidad de disfrutar en el presente de todo lo que nos rodea y la capacidad de adaptarse a una pérdida a corto plazo. Aprender a prescindir de algo o de alguien es muy importante ya que cuando lo haces, estás mucho más cerca de ser libre y autosuficiente.
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Había una vez dos niños que patinaban sobre una laguna helada. Era una tarde nublada y fría, pero los niños jugaban sin preocupación. De pronto, el hielo se reventó y uno de los niños cayó al agua, quedando atrapado. El otro niño, viendo que su amigo se ahogaba bajo el hielo, tomó una piedra y empezó a golpear con todas sus fuerzas hasta que logró romper la helada capa, agarró a su amigo y lo salvó.
Cuando llegaron los bomberos y vieron lo que había sucedido, se preguntaban cómo lo hizo, pues el hielo era muy grueso.
– “Es imposible que lo haya podido romper con esa piedra y sus manos tan pequeñas”, afirmaban.
En ese instante apareció un anciano y dijo:
– “Yo sé cómo lo hizo”.
– “¿Cómo?”
– “No había nadie a su alrededor para decirle que no podía hacerlo”.