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Por eso necesitamos desaprender tantos prejuicios que nos hacen creer que un abrazo significa necesariamente que “somos algo más”, o que un beso no es propio de amigos, y es mejor dar dos. Hay tantas experiencias que nos perdemos, o regalos que no hacemos o no recibimos cuando no nos atrevemos a ser mal interpretados, o evitamos un excesivo afecto por miedo a molestar o a vincularnos demasiado… El abrazo de un amigo el día en que más lo necesitamos, o un beso rozando el labio de la persona que podría darlo en pleno centro, o la caricia suave de un padre a su hijo cuando se acuesta a dormir, o coger de la mano al abuelo que no quiere ya soltarla.

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Podéis llamarlas como queráis: mentiras piadosas, mentirijillas, chorradas… pero seguirán siendo mentiras. Por mucho que os justifiquéis, lo único cierto es que habréis mentido, y mentir equivale a ocultar. El problema de las mentiras es que no son algo inerte; si las escondes, empezarán a crecer, y no pararán hasta salir de su escondite. Y cuando lo hagan, se llevarán por delante todo lo que hayas construido sobre ellas, por firme que pareciese antes.

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A todas esas personas les diría que vivan su particular momento, que disfruten de cada conversación, de cada mirada y de cada caricia; que bailen esa canción como si fuera la última, que le digan “te quiero” a esa persona que tanto aman pero que nunca se atrevieron a decírselo. A todas ellas les diría que perdonen y sepan perdonar, ya que la vida es muy corta para tanta memez.

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Todo encaja, todo parece tener sentido. Hasta que de repente, por un azar cualquiera, algo cambia. Y sólo entonces te das cuenta de qué es lo que te falta. Lo que tanto echas de menos, sin ser consciente de ello. Ahora que lo piensas, ves ese gran agujero, que parece atraerte a su interior. Te preguntas cómo no te habías dado cuenta antes, cómo has podido vivir hasta ahora como si esa ausencia no fuese importante.

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Si observamos a los niños veremos que, efectivamente, viven y disfrutan el momento, se olvidan rápido del pasado y no piensan demasiado en el futuro. Para los niños todo es sorprendente, nuevo y maravilloso a menudo. Es una de las cosas valiosas que se nos olvidan al crecer y hacernos adultos.

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Lo importante es que entiendas que necesitas expresar las emociones, no evitarlas ni reprimirlas. Que puedes llorar cuando te sientas triste, que no es lo mismo que deprimirse. Que puedes enfadarte, que no es lo mismo que estar iracundo. Que obviamente puedes sentir alegría y amor. Que la vida es algo maravilloso cuando nos dejamos tocar por ella. Y para eso hay que aceptar la propia vulnerabilidad y sentir.