Sin título

Sobre mil hombres apenas se encontrará uno del que se pueda decir, desde un punto de vista no absoluto, sino solamente relativo, que quiere y que piensa por sí mismo. La inmensa mayoría de los individuos humanos, no solamente en las masas ignorantes, sino también en las clases privilegiadas, no quieren y no piensan más que lo que todo el mundo quiere y piensa a su alrededor.

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De ahí que las ocasiones en que rumiamos un recuerdo una y otra vez estamos más bien creando un monstruo que nada tiene que ver con su punto de partida. Nada de lo que tuvimos regresa. Tenemos a nuestro fantasma, la memoria, que es una máquina de hacer quimeras; bestiarios hermosos o terribles, pero despegados por completo de su manuscrito original. Tal vez así funciona el pasado: cuando se va deja en su lugar a un fantasma y nosotros le conferimos agencia a ese fantasma como si fuera el evento mismo, agencia sobre nuestra realidad y nuestras emociones. Pero al invocar a ese fantasma, al recordar, estamos cambiándolo, creando a otro parecido a él pero distinto, y así hasta que no es más que un pequeño dolor o una pequeña alegría. Una nostalgia. Habría que considerar y elegir qué recuerdos recordar y cuándo.

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Porque el cielo y el infierno no están después de la muerte, están en el día a día, y si no sabes qué rayos te importa, por qué lo quieres y qué harás con eso en tu vida, no dudes que tendrás esos minutos tan miserables a los que se les llama desdicha. En cambio, si quieres conocer el paraíso, empieza practicando con mantener firme lo que piensas, lo que dices y ocúpate de que así sea como vivas. Vive conscientemente, de ti, y no contradigas con tus acciones aquello que sabes que te importa, porque nadie va a dejar de lado su propio camino para venir a alegrarte la vida.